La “grieta”, una metáfora equivocada

La grieta en un término muy común en Argentina que hace referencia al conflicto entre opuestos políticos. En este artículo se intenta poner otra perspectiva a la imposibilidad de su resolución.

Por Ezequiel Luppi

Abogado, miembro del equipo docente coordinado por el Dr. Rubén Calcaterra, que tiene a su cargo una de las comisiones de la materia “El sistema conflicto” que se dicta en el Ciclo Profesional Orientado de la Carrera de Abogacía de la UBA.

Ezequiel Luppi

Desde hace algunos años se popularizó en la Argentina el término “grieta” para hacer referencia al conflicto o la adversidad que llevan adelante las dos representaciones políticas más importantes del país. En ese entendimiento, se aborda esta “grieta” como un enemigo a derrotar, como un elemento que debe dejar de existir para poder iniciar un camino de cooperación y soluciones conjuntas. Con el tiempo, quienes participan de este ejercicio advierten que esta tarea se presenta difícil o casi imposible.

Por otro lado, para expresar que este conflicto se agudiza, se suele utilizar la metáfora “la grieta se profundiza”. Y al igual que en el caso anterior, quienes intentan que esta sea menos profunda, para así bajar el nivel de conflictividad, también advierten que ese esfuerzo deviene en inútil.

La pregunta es ¿Por qué?, la respuesta: no están analizando el conflicto de la forma correcta por lo que no se utiliza la metáfora adecuada que conduzca a su solución.

la grieta en argentina

Conforme el Sistema de Análisis y Gestión Estratégica de Conflictos (AyGEC) elaborado por el Dr. Calcaterra, sobre la base, en este punto de los desarrollos de la Teoría de Conflictos tal como la dejara planteada el profesor Remo F. Entelman, el conflicto siempre se da en forma bipolar, es decir, entre bandos, de modo que cualquier desacuerdo genera una “grieta” entre los actores y eventuales terceros que los integran, independientemente de su número y de las diferentes posiciones que cada uno sostenga. A medida que el conflicto se desarrolla este siempre se manifiesta en forma bipolar.

Esto implica algo que la historia también nos enseña, que siempre ha habido “grietas”, desde la edad de bronce hasta nuestros días hay claras pruebas de ello. Sin necesidad alguna de las redes sociales o de los grandes medios de comunicación, la gente ha tomado posiciones contrarias y actuado en consecuencia, generando numerosas guerras civiles, matanzas religiosas, etc. La existencia de una “grieta” no es nada nuevo ni en el mundo ni en la Argentina.

Por ello, cualquier intento de “cerrar la grieta” o “hacer desparecer la grieta” se revela como inútil, porque dirige los esfuerzos de las personas a modificar las creencias, intereses o valores de los actores involucrados en el conflicto, y estos difícilmente cambien o desaparezcan.

Cualquier desacuerdo genera una “grieta” entre los actores y eventuales terceros que los integran

Por otro lado, una vez más de la mano del Sistema de Gestión y Administración de Conflictos, aparece un elemento denominado campo conflictual, que es el término que se utiliza para designar el espacio geográfico, histórico, social, cultural e incluso temporal, en donde opera el conflicto.

En algunos conflictos, caracterizados por la rigidez entre las fronteras que separan los bandos, este campo conflictual se expande por efecto de fenómeno denominado contagio, alcanzando unidades que en un inicio estaban al margen de la dinámica conflictual. Es decir, no es que “la grieta se hace más profunda”, si no que se extiende el campo conflictual.

Lo que en un comienzo puede ser un desacuerdo en el terreno político (la grieta) comienza a desplazarse a otros espacios, como por ejemplo las expresiones artísticas, por lo que lentamente las inclinaciones culturales de los actores del conflicto comienzan a formar parte del campo conflictual. Así es como las personas se encuentran con que deben hacer alguna consideración de tipo político antes de ir al teatro a encontrar un momento de esparcimiento. Esto se traslada a los medios de comunicación, a las redes sociales e incluso al deporte, haciendo que la convivencia entre personas, que antes no generaba ningún inconveniente, ahora parezca imposible.

En algunos casos, el campo conflictual se puede ampliar tanto que llega a las mesas de las personas, donde uno descubre que, durante una cena, incluso familiar, no se puede abordar prácticamente ningún tema debido a que todos conducen a “la grieta”. La confrontación atraviesa todos los ámbitos de la sociedad.

La confrontación atraviesa todos los ámbitos de la sociedad, cuando se expande el campo conflictual por el fenómeno contagio.

La grieta en Argentina

Ahora bien, siendo que la ampliación del campo conflictual aparece como una forma de escalada del conflicto ¿Cómo podemos reducir el campo conflictual y traer algo de alivio a los involucrados?

Como mencionamos al principio, no es necesario que los actores renuncien a sus intereses, creencias o valores, error en el que se suele incurrir arrastrados por la metáfora de “la grieta”; eso es casi imposible.

Lo que resulta conducente es entender que el campo conflictual existe dentro de un marco mucho mayor, que es el de la relación entre los conflictuantes. Siempre hay elementos de nuestra relación con el otro que quedan afuera del campo conflictual, en ellos hay que apoyarse. Como afirma el Dr. Entelman: no hay relaciones que se agoten en un único objetivo, igualmente valorado como incompatible por los actores en pugna (Teoría de Conflictos, p. 109), porque en la realidad es muy difícil encontrar una relación de conflicto que se dé aislada de toda otra relación entre las mismas partes. Ello se evidencia por el sólo hecho de la existencia de un contexto social dentro del cual las partes conviven” (p. 111).

En principio, no se trata de acercarnos a estos elementos para buscar en forma inmediata un acuerdo, sino simplemente para que la relación respire, para generar un espacio donde esa relación pueda mantenerse viva y eventualmente comience a reconstruirse, para lograr lo que el Dr. Entelman denomina como fenómenos de “amistosidad”.

En vez de preguntarnos cómo hacer desaparecer la grieta, que además parece profunda, deberíamos pensar en qué tenemos en común, en qué puente queda aún sin destruir, para refugiarnos ahí. Debemos guardar esos espacios, protegerlos, por pequeños que sean, son los que eventualmente permitirán iniciar un camino de reconciliación.

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