Conflictología y política

En esta elección vemos cómo una relación de conflicto bipolar entre dos tendencias políticas dominantes se ve influenciada por la aparición de una tercera parte de poder ciudadano que será definitorio para la resolución del conflicto.

conflictología y política

Conflictología y política: una lectura del “ballottague” a partir de un escenario real

El presente trabajo toma como material de análisis el ballotague ocurrido en la República Argentina el 22 de noviembre de 2015; el juego analítico incluye suponer que el mismo todavía no ocurrió. Ubiquémonos, entonces, en los días previos a ese 22 de noviembre de 2015.

En unos días más, los argentinos deberán elegir a la máxima autoridad del país que lo gobernará durante los próximos cuatro años, es decir, por el período 2015-2019. Como consecuencia de las normas que conforman el sistema electoral, la ciudadanía solo puede elegir entre dos candidatos que compiten para obtener un objetivo –la Presidencia de la Nación- que, al ser único e indivisible, se presenta como incompatible en la medida que es excluyente del otro.

La cuestión exhibe, así, dos de las notas que caracterizan la relación de conflicto: bipolaridad, en tanto dualidad adversario-adversario, e incompatibilidad de metas u objetivos entre los actores que, para obtenerlas, deben contar con mayor cantidad de recursos de poder con relación a los de su oponente.

La propiedad de ese poder, que originariamente subyace en cada ciudadano y se ejerce a través del voto, se desplaza automáticamente en favor del candidato votado en el momento mismo de su emisión.

De acuerdo a los resultados definitivos de las primarias del 25 de octubre último, el primer candidato consagrado para participar del ballottage, Daniel Scioli, del Frente para la Victoria, obtuvo el 37,08% de los recursos de poder, mientras que el segundo, Mauricio Macri, de Cambiemos, el 34,15%. El resto, que desplazó sus recursos de poder a favor de los candidatos de UNA, FIT, Progresistas y Compromiso Federal, representan en conjunto el 28,77%.

Para la mayoría de los analistas políticos y de la ciudadanía, ese resultado constituyó una verdadera revolución pacífica llevada a cabo a través del voto, en tanto implicó, en lugares paradigmáticos como las Provincias de Buenos Aires y Jujuy, el cambio del statu quo imperante durante décadas, cuya manifestación no solo fue por el triunfo de la oposición, sino de representantes del Partido Justicialista que marcan diferencias con los llamados barones del mismo partido en distritos del conurbano bonaerense como Merlo, Malvinas Argentinas y Almirante Brown.

Análisis político desde la Conflictología: ¿bipolaridad o tríada?

Partiendo de esos datos, y suponiendo que los dos candidatos que conforman la relación bipolar retendrán la porción de poder que les fue cedida en las primarias, aparece en el escenario claramente la figura del tercero, integrado por ese 28,77% que, al no responder a un liderazgo único, constituye una simple pluralidad de actores cuyo poder, desde la minoría, pasa a ser definitorio del resultado final según hacia cuál de los actores de la relación bipolar decidan transferirlo en la proporción suficiente.

Desde la teoría, la primera cuestión que se le presenta a la conflictología en escenarios como el que nos ocupa, es despejar la dificultad que presenta la idea de considerar la intervención de terceros en una relación bipolar.

Siguiendo a Georg Simmel, y al aporte que el sociólogo alemán dejó para el análisis de las leyes que rigen el funcionamiento de los grupos sociales integrados por tres o más miembros, denominados tríadas, lo que en realidad ocurre es que la bipolaridad no se altera porque los terceros, o bien son absorbidos por el conflicto, o bien se mantienen fuera de él.

La propiedad más importante de los grupos triangulares es su tendencia y capacidad a formar coaliciones o alianzas entre dos de sus miembros y el tercero, así como las posibilidades de preverlas a partir de las distribuciones iniciales de poder y del principio de transformación de la fuerza en debilidad y de la debilidad en fuerza. Lo relevante de estos análisis, en especial de las tríadas de más amplia escala, como las formadas en situaciones episódicas en las naciones, es que pueden contribuir a explicar la marcha de la historia.

Theodore Caplow explica que toda tríada tiene tres miembros identificados como A, B y C de acuerdo a la distribución del poder relativo de cada uno de ellos. Entendido aquí el poder como el conjunto de recursos que cada uno tiene para la obtención de sus metas u objetivos, a A se le adjudica el mayor poder, a B el poder intermedio y a C el menor poder. Según las diferentes formas de distribución del poder, el autor ha distinguido ocho tipos de tríadas diferentes.

Volviendo a los resultados de las primarias del 25 de octubre último, se puede dibujar una especie de geometría social de cara al ballotage, en la que el miembro superior, A, estaría representando al candidato que obtuvo el 37,08 de los votos (Frente para la Victoria); el miembro intermedio, B, al que obtuvo el 34,15 (Cambiemos), y, finalmente, el miembro más débil, C, a los terceros que, en conjunto, reunieron el 28,77 restante. Entre los ocho tipos que describe Caplow, nuestra tríada sería del tipo 5, en la que A detenta un poder mayor que B, B mayor poder que C, pero A tiene menor poder que B y C juntas. La representación gráfica de esta tríada sería la siguiente: A > B > C; A < (B+C).

Partiendo de esos datos, y suponiendo que los dos candidatos que conforman la relación bipolar retendrán la porción de poder que les fue cedida en las primarias, aparece en el escenario claramente la figura del tercero, integrado por ese 28,77% que, al no responder a un liderazgo único, constituye una simple pluralidad de actores cuyo poder, desde la minoría, pasa a ser definitorio del resultado final según hacia cuál de los actores de la relación bipolar decidan transferirlo en la proporción suficiente.

Desde la teoría, la primera cuestión que se le presenta a la conflictología en escenarios como el que nos ocupa, es despejar la dificultad que presenta la idea de considerar la intervención de terceros en una relación bipolar.

Siguiendo a Georg Simmel, y al aporte que el sociólogo alemán dejó para el análisis de las leyes que rigen el funcionamiento de los grupos sociales integrados por tres o más miembros, denominados tríadas, lo que en realidad ocurre es que la bipolaridad no se altera porque los terceros, o bien son absorbidos por el conflicto, o bien se mantienen fuera de él.

La propiedad más importante de los grupos triangulares es su tendencia y capacidad a formar coaliciones o alianzas entre dos de sus miembros y el tercero, así como las posibilidades de preverlas a partir de las distribuciones iniciales de poder y del principio de transformación de la fuerza en debilidad y de la debilidad en fuerza. Lo relevante de estos análisis, en especial de las tríadas de más amplia escala, como las formadas en situaciones episódicas en las naciones, es que pueden contribuir a explicar la marcha de la historia.

Theodore Caplow explica que toda tríada tiene tres miembros identificados como A, B y C de acuerdo a la distribución del poder relativo de cada uno de ellos. Entendido aquí el poder como el conjunto de recursos que cada uno tiene para la obtención de sus metas u objetivos, a A se le adjudica el mayor poder, a B el poder intermedio y a C el menor poder. Según las diferentes formas de distribución del poder, el autor ha distinguido ocho tipos de tríadas diferentes.

Volviendo a los resultados de las primarias del 25 de octubre último, se puede dibujar una especie de geometría social de cara al ballotage, en la que el miembro superior, A, estaría representando al candidato que obtuvo el 37,08 de los votos (Frente para la Victoria); el miembro intermedio, B, al que obtuvo el 34,15 (Cambiemos), y, finalmente, el miembro más débil, C, a los terceros que, en conjunto, reunieron el 28,77 restante. Entre los ocho tipos que describe Caplow, nuestra tríada sería del tipo 5, en la que A detenta un poder mayor que B, B mayor poder que C, pero A tiene menor poder que B y C juntas. La representación gráfica de esta tríada sería la siguiente: A > B > C; A < (B+C).

La tríada organizacional política

A su vez, de todas las tríadas que el autor distingue según diversos criterios clasificatorios, la que más nos interesa aquí es la llamada tríada organizacional, porque esta categoría incluye organizaciones de distinta magnitud y propósitos, y distribuye a sus miembros según el orden de influencia relativa. Las coaliciones que se producen en estas tríadas tienen que ver con las relaciones de poder, dependencia o dominación del miembro superior respecto del miembro inferior, lo que permite clasificarlas en revolucionarias, conservadoras e impropias. Las revolucionarias son aquellas coaliciones que, al conformarse, obtienen una relación de dominación respecto del miembro superior de la tríada; las conservadoras son aquellas cuya conformación no altera el statu quo existente, mientras que las impropias, son aquellas que, al conformarse, desplazan el poder intermedio, o, en términos del propio Caplow, que no son ni revolucionarias ni conservadoras.

Aplicando todo lo dicho a las posibilidades que ofrece el ballottage del 22 de noviembre próximo, se puede concluir que una coalición o alianza entre todos o parte de los votantes del miembro C (Terceros) con los del miembro B (Cambiemos), suficiente para desplazar al miembro A (Frente para la Victoria) del carácter de dominante, se describiría como revolucionaria en términos de la teoría, en tanto que, si la coalición o alianza de todos o parte de los miembros de C  (terceros) se diera con el miembro A (Frente para la Victoria), también en número suficiente para mantener el carácter de dominante de éste, sería denominada como impropia por la teoría. El tercer supuesto de coalición, la denominada conservadora, no merece consideración alguna por la imposibilidad de una coalición entre los contendientes en la puja electoral.

Resolución pacífica de conflictos

Relacionando las votaciones con las normas que se dictan para orientar la vida social, las elecciones significan excluir la violencia como método de solución del conflicto por el poder, y adoptar una resolución pacífica, institucionalizada y reglamentada. Remo F. Entelman describió al voto como el método de resolución de conflictos políticos entre sectores de la comunidad que no tratan de imponerse unos a los otros por la violencia. 

La ciudadanía en general tiene el próximo 22 de noviembre el poder de dirimir el conflicto político que, como vemos, se debate entre lo revolucionario y lo impropio, y, paradojalmente, el miembro más débil de la tríada jugará el papel de árbitro de esa contienda. 

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