Las leyes del pensamiento sistémico

El pensamiento sistémico se rige por leyes que permiten comprender cómo las acciones inciden en la estructura del sistema de manera global y local.

A partir de “el misterioso caso del termostato trabado”, Grinstein[1] relata un ejemplo de las consecuencias del pensamiento lineal: para mitigar el calor agobiante que producía en su oficina el equipo inteligente que regulaba la temperatura como consecuencia del termostato trabado, Alan abrió las ventanas y, con la brisa fría, creyó haber solucionado el problema del calor. Pero minutos más tarde el calor era nuevamente insoportable porque el sistema de calefacción, para mantener la temperatura requerida por el termostato, enviaba mayores cantidades de aire caliente. Al intervenir linealmente sobre las manifestaciones inmediatas, en lugar de intervenir comprendiendo la estructura sistémica del conjunto termostato-generador de calor, Alan no solo no resolvió el problema, sino que, además, elevó el costo del suministro eléctrico. Sistémicamente, una simple vela colocada debajo del termostato hubiera interrumpido el envío de aire caliente.

A partir de este evento, Gristein sostiene que, desde la perspectiva del pensamiento sistémico, existen tres niveles para observar un fenómeno determinado:

I) los eventos, que es lo primero que vemos al observar el mundo;

II) los patrones de conducta, que son conjuntos de acciones recurrentes, a partir del recuerdo de los eventos observados, que nos permiten idear una primera explicación de las razones causantes de los eventos; y,

III) la estructura, que permanece oculta para el paradigma lineal de pensamiento. Para poder observar estructuras sistémicas debemos ser capaces de pensar de manera sistémica.

Pensamiento sistémico

Las leyes del pensamiento sistémico

Como todo proceso físico o mental, el pensamiento sistémico se rige por leyes, por relaciones de causalidad que vale la pena conocer:

1.- La estructura determina el comportamiento: son las relaciones fundamentales entre las partes de un sistema las que determinan su comportamiento.

2.- Pensar globalmente, actuar localmente: para comprender el funcionamiento de un sistema debemos observar el todo, pero para pasar a la acción efectiva nuestra atención debe ir desde el todo a las partes, pero sin perder de vista el todo. Actuar localmente no implica olvidar el sistema global, sino accionar sobre un punto de apalancamiento.

3.- Antes peor que mejor, y viceversa: normalmente, el comportamiento observado de un sistema, ante una intervención en su estructura, empeorará antes de mejorar. Esta ley tiene su corolario inverso, es decir que, ante intervenciones de bajo poder de palanca sistémica, el comportamiento observado tenderá a mostrar una mejoría antes de desbarrancarse definitivamente. Por lo tanto, mucho cuidado con las soluciones inmediatas.

4.- Problemas de hoy, soluciones de ayer: esta ley deriva lógicamente de a anterior. Muchos de los peores problemas que hoy tenemos que enfrentar son el resultado de lo que en el pasado consideramos soluciones adecuadas.

Las barreras del pensamiento sistémico.

Estamos fuertemente influidos por una forma de pensar basada en la fragmentación, la competencia y el actuar reactivo. Es la fragmentación la que nos hace pensar en términos de partes, divisiones, áreas, y todo ello conspira contra la cooperación; a su vez, la competencia diseña acciones reactivas como respuesta adecuada a las acciones de los demás.

Por ello, el autor sostiene que el pensamiento sistémico presenta una respuesta alternativa: propone memoria adonde reina la fragmentación; cooperación en libertad adonde impera la competencia; y el actuar generativo en lugar de accionar reactivamente.

Referencias bibliográficas

[1] Fuente: Grinstein, C., Revista Mercado, edición del 6/3/2002.

[1] Licenciado en Economía por la UBA, académico visitante del MIT.

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