La retórica revive en la era digital al comprender su papel en la creación de la realidad en el lenguaje.
La estructura del modelo sistémico de Análisis y Gestión Estratégica de Conflictos está integrada por fases, subsistemas y ejes operativos. Son los subsistemas los que contienen a los elementos del conocimiento implicados en el sistema, cuya operatividad está impulsada por los ejes. Al desarrollar uno de los elementos del Subsistema de Interacción y Cambio, la Retórica, dije que
la retórica es el arte de la persuasión mediante la palabra. Aplicada al discurso, tiene por objeto convencer al oyente aún de lo falso. Desde el siglo V a C. Hasta el siglo XIX d.C. su objeto de estudio fueron los efectos persuasivos del lenguaje. Su origen se ubica en Sicilia, con los juicios populares, en los que el ciudadano debía defenderse a sí mismo persuadiendo con la oratoria. A esta oratoria espontánea le sigue la enunciación de ciertas reglas para estructurar un discurso que, al principio, constaba de cinco partes: el Exordio, la Narración, la Argumentación, la Digresión y el Epílogo. Para los autores sicilianos como Corax, Tisias y Empédocles, la persuasión provenía de lo verosímil, es decir, no de la verdad absoluta, sino de la aparente. La democracia oral de los griegos era el campo apropiado para la retórica. El discurso era un instrumento político y el arte de hablar un medio de conquistar y conservar el poder. Poco a poco se transformó en el arte de los sofistas, para defender su relativismo moral.
Platón salió al cruce del abuso sofista planteando que había dos clases de retórica: una falsa y otra auténtica La falsa era la de hecho; su objeto la verosimilitud, la ilusión, el ser creída sin considerar el bien. La auténtica, era la del derecho cuyo objeto era la verdad y el bien, basada en la sabiduría y la virtud a través del diálogo compartido. Fue sin embargo Aristóteles quien estableció definitivamente los principios de la retórica que fueron desarrollados una y otra vez por los clásicos, hasta que las diferentes partes que la componen se fueron fundiendo en otras disciplinas como la gramática, la psicolingüística, la literatura, y desapareció como disciplina.

En un trabajo que sirve de base a este artículo, el autor, inspirándose a su vez en el filólogo noruego Andersen, señala que en la sociedad moderna la denominación de “retórica” ha venido a referirse al discurso manipulador, como si hubiera discursos no retóricos. Retórica y ética se han venido a concebir como extremos opuestos. Cuando la retórica ha sido utilizada como método de análisis, se ha puesto al servicio de la agitación política o de la propaganda comercial. En el mundo universitario la ciencia de la literatura ha sabido utilizarla para sus análisis de textos. La filosofía práctica ha incorporado a veces algunos elementos de la retórica en una teoría de la argumentación que es una prolongación de la lógica. Diferentes escuelas lingüísticas como los sociolingüistas, han sacado también provecho de alguna parte del tesoro retórico. Cognitivistas y teóricos de la comunicación también se han aproximado a la perspectiva retórica. Por lo demás, la retórica se ha concebido como un arte de persuadir que simplifica y empobrece la riqueza de aspectos de una retórica.
La retórica en la sociedad de la información
Sin embargo, en estos momentos de transición tanto secular como histórica entre la sociedad postindustrial y lo que llaman sociedad de la información, tras más de un siglo de incomprensión y desprecio, asistimos desde hace dos decenios a lo que podría llamarse el renacimiento de la Retórica. El interés por la vieja disciplina aumenta día a día a ritmos diferentes según los países. Nuevas instituciones, actividades y publicaciones propugnan la restauración de los estudios retóricos.
Para fundamentar su apreciación, Ramírez comienza distinguiendo entre la retórica como arte de hablar y como arte de decir. Aunque hablar y decir parezcan expresiones sinónimas y el uso cotidiano las intercambie e iguale, en realidad no lo son; mientras hablar es hacer uso de una facultad, decir es usar esa facultad en un acto de expresión concreta.
Observa que la retórica ha venido a concentrarse cada vez más, durante los siglos transcurridos desde su creación, en el aspecto del decir, más bien que en el aspecto del hablar, cuando el origen de la retórica es el habla, la oralidad; lo que ocurrió es que no se convierte en objeto de estudio hasta que el alfabeto y la lengua escrita quedaron establecidas, lo que llevó a depender una facultad humana, una acción (hablar), de una tecnología (la escritura alfabética), que produce la tecnificación de la retórica y su transformación en elemento de manipulación.
Y esto, porque a diferencia de la técnica -que es el mero uso de un instrumento- la tecnología va más allá de nuestras intenciones transformando estructuras que determinan nuestra forma de pensar y de actuar. La técnica es aquello con lo que hacemos algo; la tecnología hace algo con nosotros. Y eso que ha hecho, es provocar que ahora sea necesario el restablecimiento de la lengua hablada como fundamento a partir el cual se comprende la lengua escrita, y no al revés.

La retórica como arte
A la ambigüedad de la retórica entre el hablar y el decir, hay que añadir otra ambigüedad en el propio concepto de retórica considerada como arte. Por arte entendemos unas veces la habilidad o competencia que se adquiere mediante el ejercicio y que se manifiesta en la actividad, aun cuando el que la realiza no siempre sea capaz de dar cuenta de ella. Otras veces, sin embargo, al hablar de arte nos referimos a un conocimiento objetivado, a una descripción de cómo se crea un producto de cierta índole o cómo se produce un efecto de carácter previsto. Este último concepto del arte se convierte fácilmente en una técnica, es decir, en un sistema explícito de reglas de acción para lograr algo. Nuestra palabra “técnica” procede precisamente, no sin motivo, de la palabra griega correspondiente al arte (téchne). El arte puede así referirse bien al conocimiento o bien a lo conocido, ora al conocimiento que alguien posee, ora a un conocimiento acerca de algo. El conocimiento como actividad se da en individuos humanos concretos, mientras que lo conocido adquiere una existencia propia extrapersonal, transmisible y acumulable al ser formulado sobre todo gracias a la escritura.
Si la retórica ha de ser considerada como un arte, cabe entonces preguntarse si nos estamos refiriendo a la habilidad personal y espontánea en el hablar o bien al conocimiento reflexionante acerca de en qué consiste esa habilidad (el conocimiento del conocimiento). Una investigación teórica acerca de un arte puede a su vez dar lugar a dos actitudes científicas que suelen denominarse ciencia descriptiva y ciencia normativa. No es lo mismo describir que prescribir.

A esta altura de las cosas, podemos preguntar si estudiamos un arte para describir cómo se practica algo o para prescribir esa práctica. Nos hallamos ante la diferencia entre el ser y el deber ser del arte. Hacer de la retórica una técnica, estipulando un sistema de reglas que aplicamos conscientemente en determinadas situaciones de habla, es una tentación que ha dado y da todavía lugar a muchos cursos y a muchos manuales de retórica. Pero la retórica no tiene por qué crear técnicas que dicten modos de actuar. Lo que sí hace es proporcionarnos reflexiones y experiencias que son aprovechables para las situaciones concretas, a menudo imprevistas, que se presenten.
El autor que aquí sigo y reproduzco sostiene que su lectura de Aristóteles le permitió comprender que la retórica es frónêsis, prudencia en el uso de la palabra, y no mera téchnê o habilidad oratoria, y que la retórica que Aristóteles calificó de téchnê no es algo que haya que seguir al pie de la letra, sino algo que hay que utilizar con prudencia para lograr un buen resultado. Demostrar y deducir es una tarea lógica, razonar y elegir es una tarea discursiva y, por ende, retórica. Pensar lógicamente es como calcular o ir explicando lo que está dado. El discurso retórico en cambio supone razonar acerca de lo que puede llegar a ser y de lo que hay motivo suficiente para admitir.
La lógica se ocupa de lo teórico y universalmente válido, la retórica se ocupa de lo práctico y de lo cotidiano y de lo probable. La retórica como arte es el uso de esa facultad de hablar que nos ha enseñado a pensar y que crea nuestro mundo humano. Eso es el factum verum de Vico: el ser humano sólo puede comprender lo que él mismo ha hecho, lo demás sólo es comprensible para Dios. El ser humano no tiene naturaleza, sino que tiene historia.
Retórica es el conocimiento del hablar y del decir, no de lo dicho, mientras que una teoría es siempre algo ya dicho o, más propiamente, ya escrito. Mientras “la filosofía busca la verdad en el mundo y detrás del mundo, la retórica se ocupa de la realidad que es creada por los hombres en el lenguaje”.
Citas:
- En este artículo presento una opinión muy valiosa con la que aspiro a complementar y en su caso corregir lo expresado por mi parte en el libro de mi autoría referido en la nota siguiente.
- Calcaterra, R.A., El conflicto como sistema, Astrea, Buenos Aires, 2021, pp.1001/102.
- Platón. Georgias, p. 58
- Ramírez, José Luis: Arte de hablar y arte de decir: una excursión por la pradera de la retórica, RELEA (Revista Latinoamericana de Estudios Avanzados), Nro. 8, pp.61-79, Universidad Central de Venezuela, 1999.
- Andersen, Øivind, En la pradera de la retórica, Universitetsforlaget, 1995.
- Andersen, ob.cit., 6:4.