Conflicto, lenguaje y narrativas

Análisis desde una teoría sistémica de conflictos

Por Jorge Ernesto Hermida

Jorge Hermida es abogado, docente de la UBA y miembro del Seminario sobre Teoría del Conflicto en el Instituto Gioja.

Jorge Hermida

La comunicación, entendida como un proceso interaccional nos construye y define. Pero también aflora colectivamente el miedo, que genera incompatibiliddes y conflictos entre los sujetos. Comprender las narrativas para poder modificar las interacciones conflictuantes, se vuelve fundamental.

Nadie discute nuestra naturaleza gregaria, es más, la supervivencia y evolución de nuestra especie ha dependido casi exclusivamente de ella; aún hoy no somos capaces de sobrevivir en soledad, necesitamos desde el inicio de nuestra vida y hasta el fin, de otros. 

Esta condición le ha permitido al Homo Sapiens Sapiens (hombre que sabe que sabe) llegar hasta nuestros días, con un cerebro similar al de hace 12.000 millones de años, con una evolución lenta y sostenida; a desarrollar y seguir construyendo el mundo que nos circunda.

Desde la década de los noventa del siglo pasado, conocida como la década del cerebro, hemos podido conocer y estudiar nuestras habilidades cognitivas, nuestras funciones primarias, el origen de nuestras emociones y su impacto profundo en nuestro devenir cotidiano. Sin dudas hoy sabemos que somos seres “emocionales racionales”, capaces no sólo de sobrevivir en comunidad, sino también de evolucionar, crear, imaginar, anticipar, y fundamentalmente interactuar, sustento fundacional de todas nuestras posibilidades cómo especie.

conflicto, lenguaje y narrativas

Es ahí, en la interacción donde el lenguaje, en el sentido más amplio de la acepción, cobra vital interés al momento de analizar nuestros comportamientos y modos de relacionarnos entre nosotros, somos “en tanto que otro” y “con otros”. La comunicación, entendida como un proceso interaccional nos construye y nos define. Es lo que nos ha permitido construir culturas identitarias, perfiles sociológicos, costumbres, tradiciones, historia.

Así, las relaciones humanas al tener un origen multifactorial se nutren de la complejidad de ese origen. Cómo nosotros, así de complejas son nuestras interacciones y nuestras sociedades, cuyo crecimiento y evolución han dado lugar a culturas multifacéticas, determinadas por diversas tradiciones, costumbres y modos de vida.

Cómo nosotros, así de complejas son nuestras interacciones y nuestras sociedades, cuyo crecimiento y evolución han dado lugar a culturas multifacéticas,

Sin embargo, el mundo inconsciente de nuestras emociones básicas, que nos acompañan desde el inicio de la aparición de nuestra especie en este mundo, impulsa y gobierna nuestras conductas cotidianas, muy a pesar de nuestros esfuerzos cognitivos.

Nuestras emociones son rápidas e inconscientes, y responden a la matriz básica. Nuestras funciones cognitivas son eficaces, certeras pero lentas, muy lentas, es por eso por lo que las neurociencias hoy recomiendan como antaño, “contar hasta 100, o hasta mil antes de actuar”, sólo para darle tiempo a nuestro lóbulo frontal para tomar la mejor de las decisiones posibles para nosotros, en un contexto dado en relación con el otro.

Es así como nos volvemos a encontrar con la interacción que no es otra cosa que un proceso comunicacional, donde el lenguaje adquiere vital importancia, dónde hacemos gala de la única habilidad cognitiva que nos diferencia de los demás primates: la abstracción.

Manejamos lenguaje analógico y digital, naturalmente gerenciado por nuestras emociones inconscientes y nuestras habilidades cognitivas, nos comunicamos e interactuamos de forma cooperativa, competitiva, amigable, conflictiva y hostilmente, entre un variopinto espectro de confluencia de las conductas enunciadas.

Así las cosas, con nuestra complejidad a cuesta, hemos creado sociedades a nuestra imagen y semejanza, donde aflora colectivamente sin más, la primigenia de nuestras emociones: el miedo, producto de nuestro instinto de supervivencia, el miedo ancestral e irracional, ese que nos alerta de posibles peligros (para eso sirve), que activa nuestras defensas, pero que, a la vez, nos vuelve altamente incompatibles en tanto nuestros objetivos y los del otro.

conflicto, lenguaje y narrativas

Tan complejo se ha vuelto sobrevivir en nuestros días, que el miedo se volvió compañero inseparable de nuestra naturaleza gregaria, engendrando sociedades altamente conflictivas, y hace ya tanto tiempo de esto, que muchas veces no sabemos por qué nos comportamos así. Es bueno recordarlo: somos mucho más que miedo y conflicto, hay otra manera de relacionarse.

Producto de la cultura conflictiva, que anida en los ámbitos relacionales, se vuelve indispensable, urgente, podría decirse esencial para nuestra supervivencia, analizar, comprender, y manejar, el universo de conflictos que se suscitan cotidianamente.

Entendemos el conflicto como una relación social, y cómo tal, trasunta y se percibe en los procesos comunicacionales que la conforman y configuran. El conflicto es un proceso conversacional, dónde el lenguaje, no sólo el verbal, nos permite transmitir, compartir y por tanto interactuar.

Entendemos el conflicto como una relación social, y cómo tal, trasunta y se percibe en los procesos comunicacionales que la conforman y configuran

El sistema de Análisis y Gestión de Conflictos es una herramienta que nos permite abordar la forma en que cada uno percibe el conflicto, analizando las narrativas que lo conforman (Calcaterra, 2021).

La narrativa es el elemento del conocimiento que le aporta al Sistema la información del que este se nutre para ponerse en movimiento. No debemos olvidar que el lenguaje es una convención social que varía de una cultura a otra.

Dicho esto, si acordamos que el modelo trabaja en los procesos conversacionales como forma de intervenir en el sistema conflicto, esto nos permite reconstruir la relación, cambiando los significados para modificar la interacción entre los conflictuantes, aportando los recursos necesarios, para una reconstrucción de la relación.

Es así como nuestra naturaleza gregaria se encuentra jaqueada por pautas culturales que exacerban el enfrentamiento, la polarización con una creciente hostilidad como forma o método de abordar nuestros conflictos. Los condicionamientos y limitaciones culturales no son parte de nuestra naturaleza, es más atentan contra ella y contra la posibilidad de construir vidas y sociedades más amigables y potenciadoras de nuestras habilidades que nos diferencian del resto de las especies y que han permitido nuestra supervivencia.

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